jueves, 14 de diciembre de 2006

Ciberculturiza tu Existencia

Ciberculturiza tu existencia


Sandra Morales


En los últimos años hemos escuchado la palabra cibercultura, sin embargo, casi siempre se relaciona con el desarrollo y evolución de dispositivos tecnológicos. La cibercultura es más que eso. Se entiende por este concepto, como el cultivo del control o la guía de la organización.

La cibercultura fomenta la interacción entre tres tipos diferentes de culturas: La cultura de información, de comunicación y conocimiento. La primera de ellas concibe la organización, sistematización y categorización de la información, con la finalidad de que un sujeto logre ubicar con mayor facilidad su información y fomente una mejor memoria.

La segunda abarca aspectos de comunicación, los cuales establecen relaciones y vínculos para dialogar, estas actividades contribuyen a una retroalimentación y a la construcción de críticas positivas o negativas que pueden enriquecer situaciones o actividades.

La tercera cultura se refiere al desarrollo y cultivo del hábito de la reflexión, en este sentido, lo que se pretende es que un sujeto ejecute continuamente un proceso reflexivo que contribuya a la generación y producción de conocimiento.

Estas tres culturas se pueden aplicar en todos los aspectos de la vida humana, tanto a nivel personal, como estudiantes o a nivel profesional. De igual modo, si aplicamos la cibercultura en nuestra vida, la estructura de visualizar la realidad cambiará por completo, se hará más compleja y más completa. La cibercultura permite que desarrollemos una cosmovisión diferente pero útil que nombra de distinto modo las cosas y a las personas, de este modo, se otorgan sentidos y significados.

domingo, 26 de noviembre de 2006

AHÍ EN EL ANILLO PERIFÉRICO

AHÍ EN EL ANILLO PERIFÉRICO



Son las 6:45 a.m., su estómago no posee alimento aún, el traje oscuro que porta le recuerda la rutina que deberá de hacer el día de hoy, igual a la de siempre. Pronto se encontrará con cientos de conductores en la misma posición que él, durante más de una hora, el Licenciado José Antonio Fernández deberá permanecer en su asiento, tratando de mantener los ojos abiertos. La música de su automóvil será su compañera mientras atraviesa esa “vía rápida”, que en los últimos años se ha convertido en vía lenta: El Periférico.

Este personaje vive en la colonia de Arboledas en Tlalnepantla, Estado de México y trabaja en Tlalpan D.F. en el Hospital de Infecciones Respiratorias, el trayecto para llegar a su trabajo le lleva hora y media, y lo mismo de regreso. Si se hacen unas cuantas operaciones matemáticas, al día permanece tres horas sentado frente al volante, a la semana quince, y al mes sesenta o lo que serían tres mil seiscientos minutos o doscientos dieciséis mil segundos.

Al respecto, la Secretaría de Transportes y Vialidad, debería otorgar por trimestre a los conductores del Periférico, un diploma donde constara que han acreditado el curso de “Tolerancia frente al volante con especialidad en control del sueño”. Pero mientras se les ocurre crear dicho curso, el Lic, como muchos otros habitantes de la capital de México, deberá permanecer en los carriles centrales o laterales del Periférico, con un único objetivo: llegar puntualmente a su trabajo.

Durante todo el tiempo que mencionado objetivo representa, José Antonio Fernández, y los demás, realizan diversas actividades mientras las llantas de su vehículo giran entre los 6 y 13 km/h en el tránsito pesado, según el Fideicomiso para el Mejoramiento de las Vías de Comunicación del D.F.

Algunas de las actividades que realizan los conductores van desde las más sencillas como escuchar música o fumar, hasta las complejas como crear una cocina dentro de su transporte. Éstas varían dependiendo la edad, el sexo, la ocupación y el horario que tengan los que necesitan transportarse, sin embargo, todas poseen algo en común: no son propias del lugar ni de la situación (manejar), pero sin ellas sería imposible sobrellevar el tiempo sentado y realizar el cumplimiento de las necesidades básicas como comer.

Mientras se recorren 58.83 kilómetros, distancia de Periférico Norte a Sur, los conductores y pasajeros tanto de transporte público como privado, se van encontrando con distractores como los son los espectaculares.


Algunos no se explican por qué una modelo sonríe y proyecta tanta alegría tan sólo con sostener un yogurt mientras ellos están presionados por el reloj que minuto a minuto hace que incrementen los niveles e índices de estrés en sus cuerpos.

Otros, particularmente hombres, tratan de relajarse y de sentirse bien mientras observan un espectacular que les habla a ellos, una mujer los invita a conocerla al mismo tiempo que los cautiva con una mirada pícara y porta lencería color negro, su nombre: Wonder Bra. Es así como los espectaculares cumplen con su principal objetivo ya que están colocados estratégicamente en un buen lugar, en el que cualquiera puede emplear segundos y hasta minutos en observarlos detenidamente una y otra vez mientras su pie izquierdo pisa profundamente el cluth y el derecho el freno a la espera, o más bien, con la esperanza de que el coche de enfrente avance cuanto antes.

El radio puede llegar a ser como una novia o un novio, es aquella voz que te mantiene despierto tanto a las 6 de la mañana como a las 9 o 10 de la noche, cuando sientes que los párpados se cierran y la cabeza se inclina con facilidad hacia delante. En una hora y media de camino, el conductor puede ir escuchando su horóscopo del día, las noticias más importantes, recetas de cocina, múltiples comerciales, la cartelera del cine, la voz de su locutor preferido, y el colmo de los colmos: el informe vial.

Otro distractor, no tan saludable como el anterior es la amiga y compañera nicotina envuelta en papel. Así es, los cigarros mantienen los ojos abiertos y al inhalar y exhalar el humo, producen tranquilidad. Los que no son adictos se vuelven y los que lo son incrementan su dependencia.

Distinto a los anteriores, pero no menos importantes, se encuentran los héroes que satisfacen el hambre: los vendedores ambulantes, quienes se hacen presentes entre los carriles centrales del Periférico. Ellos portan desde una cafetera en la espalda y gorditas de nata hasta dulces, chicles, y las gloriosas cocas que refrescan el camino.

Y si los conductores no quieren involucrar carteles, música, vendedores ni cigarros, pueden realizar actividades con ellos mismos. Algunos piensan, hablan con su “yo” interno, reflexionan, se recuerdan a sí mismos lo importantes que son, o se cuestionan si cerraron bien la puerta de su casa. Otros, quiero pensar que los que no conducen, hacen la tarea y leen, sin embargo, hay quienes en una mano llevan el volante y en otra la primera plana de La Jornada. Y todavía hay quienes creen o imaginan que un asiento incómodo puede sustituir la suavidad de su colchón y que el tubo de metal del camión se puede utilizar de almohada.

Ahora bien, una vez que haya leído lo anterior, será necesario que se siente cómodamente, que coloque los seguros, que se abroche el cinturón y que se disponga a emprender un recorrido por esta vialidad tan exasperante pero necesaria, con el objetivo de conocer lo que en ella se ve, cómo son los personajes que la utilizan y los verbos que realizan aparte del de manejar, y de saber que un auto puede ser, además de un transporte, un salón de belleza, una cama, una cocina, un café, un restaurante un consultorio psicológico, un espacio informativo, un mirador donde se ve el amanecer y el atardecer en un mismo día y hasta un cine personal.

sábado, 25 de noviembre de 2006

EXPERIENCIA DE ENTREVISTAS CON INVESTIGADORES

Ellos también los observan
(Experiencia de entrevistas con investigadores)


Me llamo Laura. Tengo 30 años, dos hijos y una vida robada. La realidad ya no es para mí. Hace dos años asesiné a mi esposo. Aún tengo la imagen perfecta de su cuerpo ensangrentado en la entrada de la casa…su nariz rota y un orificio en la cabeza. Un disparo terminó con mis sufrimientos y lamentaciones. Las noches de lágrimas se terminaron con una decisión, quizás la más fuerte e importante de mi vida. Por fin, después de 10 años de maltrato psicológico, físico y sexual Ramón había desvanecido en el piso con un olor a tequila barato. No más insultos, no más golpes, no más violaciones….eso creí yo.

Ahora, años más tarde, me encuentro en la misma situación; pero no se debe a un hombre sino al sistema de este mundo. La prisión es mi casa, la celda, mi refugio. Condenada tras las celdas, mi realidad se ha transformado, no conozco más allá de las conciencias culpables que rondan los pasillos. Comida, tengo, espacios recreativos, también, incluso tengo acceso a talleres recreativos, pero no tengo con quién hablar. Aquí adentro todo es tan oscuro que no distingo a las personas. Quizás estén ahí pero no las puedo ver, quizás me hablen pero no las escucho, quizás piensen en mí pero no lo noto…

Estoy dentro y fuera a la vez. Excluida y eliminada para no hacerle daño a la gente “normal”. Los de allá, creen que estoy loca, que debo permanecer aquí hasta que mis ojos se cierren y no se abran jamás. Pero yo, ya estoy muerta.


Este es uno de miles de casos. Reos, prisioneros, presos, como quieran llamarlos, pero humanos.

Este fenómeno es analizado, criticado o aplaudido por múltiples personas. Pero sólo algunas de ellas lo comprenden, explican y revelan. Ellos son investigadores, en su mayoría egresados de la licenciatura en Derecho, quienes ubican o detectan situaciones o elementos judiciales y criminológicos.

La actividad realizada me permitió conocer a algunos de estos sujetos que se interesan por el Sistema Penitenciario Mexicano. Cinco investigadores, cuatro hombres y una mujer. En este sentido, quiero comentar que existen mucho más hombres que mujeres realizando este tipo de investigación.


Uno de ellos es Víctor Alejandro Payá Porres, egresado de la UNAM de la Licenciatura en Derecho. Trabaja en Ciudad Universitaria como Profesor de Posgrado., trata cuestiones Penales-Jurídicas, ha colaborado en investigaciones penales. Este investigador me pareció muy importante por un libro que hizo llamado Vida y Muerte en la cárcel, para lo cual, tuvo que infiltrarse en esta organización como profesor me parece un estímulo fundamental para que despierte interés en mí. Lamentablemente, no tuve ningún tipo de respuesta.

De igual modo, consulté a la Dra. Elena Azaola Garrido, doctorada en Antropología, trabaja como investigadora en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. También participa en proyectos colectivos en el CIDE. Detecto que sus estudios son mucho más reflexivos por contemplar su visión antropológica. Ella tiene un libro de las mujeres olvidadas en las cárceles mexicanas, lo cual me parece muy atractivo par a mi tema. Esta investigadora me contestó el correo diciéndome que la disculpara pero que, por cuestiones laborales, debía salir de la ciudad y esto le impedía contestar el cuestionario.

Asimismo, contacté al Dr. Marcelo Bergman Harbin, doctorado en Sociología Jurídica, trabaja como investigador en el Centro de Investigación y Docencia Económica Sociología del Derecho, él hace estudios con relación a la seguridad pública y a los crímenes. Consideré que un sociólogo podría aportar una visión diferente, lamentablemente, tampoco recibí nada de su parte.

Un cuarto investigador fue el Mtro. Eliseo Rodríguez Camou, es asistente de la Rectoría del Colegio de Sonora en la Universidad del Noroeste y profesor del tiempo parcial en la materia de administración pública federal y estatal. Su experiencia es basta y estudia los CERESOS, propone educación y trabajo humano para los reos. Su respuesta tampoco llegó.

Finalmente, el único que me contestó fue Jonathan Tapia Sánchez, Licenciado en Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Trabaja en el Instituto Nacional de Ciencias Penales INACIPE. Desarrolla sus actividades en el sector público y privado, en temas relacionados con la actividad financiera internacional, investigación y relaciones públicas. Actualmente realiza un proyecto en el INACIPE sobre las Condiciones del Sistema Penitenciario Mexicano.

Jonathan aportó mucho, incluso me invitó a colaborar con él. En realidad lo que un investigador te dice vale la pena, porque está inmerso en el campo de batalla. Tratar aspectos e investigarlos no es nada fácil, ahora, a nivel de cárceles es mucho más complejo.

Debo reconocer que la comunicación tiene una posibilidad más de darse en ambientes virtuales. A mi parecer, a pesar de que no me contestaron todos, con la respuesta de Jonathan me sentí observada y tomada en cuenta. Considero que esto fue sólo una prueba de lo que se puede hacer con mayor tiempo y voluntad.

Hay personas que miran lo que uno, que sienten como uno, quizás no de la misma manera pero que su interés se encuentra ahí. Hay que tocar, más allá de puertas, atenciones y canalizarlas a las nuestras. Es una labor que continúa.

lunes, 13 de noviembre de 2006

Saludos a todos

Los invito a que se involucren en mi vida